Recuerdo una de las primeras veces en las que escribí un
cuento. Si no se me ha olvidado es porque lo hice sobre servilletas de papel.
Hoy me he preguntado por qué lo planté ahí y he llegado a la única respuesta
lógica que se me ocurre tras recordar que mi madre nunca me negó unos folios
(por mucho galgo que corriese sobre ellos): Quería verlo en forma de librito.
Ya había creado unas cuantas historias por aquel entonces y crearía muchas más,
pero desde que dibujé a aquellos protagonistas fantasmales e infantiles en las
servilletas con unos cinco años, siempre quise que mis narraciones parecieran
un libro (aunque no lo supiera tan claramente como ahora).
Pasé muchos años escribiendo básicamente para mí y apenas me
atreví a publicar algunos poemitas o relatos por Internet, que era el medio que
me resultaba más familiar. Y entonces, ocurrió: Volvió a mí ese extraño deseo y
decidí (ya que, por fin había pasado del relato corto), convertir mis dos
primeras novelas en uno de los objetos que más he apreciado en esta vida.
Los que me conocen, sabrán que no soy una persona paciente y
es por ello que opté por el camino más rápido y me tiré de cabeza a la
autoedición. No pretendía ser promocionada ni creía en la posibilidad de ser algún día conocida, tan sólo quería coger un libro entre mis manos que tuviera mis
historias dentro. Y así lo hice y la sensación de oler mis propias letras, me
pareció una de las mejores experiencias de mi vida.
Imaginad entonces, lo que sentí el pasado día 11 cuando
estuve firmando mis novelas en la Feria del Libro de Madrid… Ya no estaba sola
con mi libro entre las manos, me hallaba ante un mundo de lectores que podían
ver y tocar mis historias, como tantas veces yo lo había hecho con las de los
otros. Y eso, como dice el famoso anuncio: “No tiene precio”.
Me encantó la experiencia y fue un día lleno de hermosas
emociones. Simplemente entrar en la caseta de “La Torre Literaria” y ver la
Feria desde el otro lado, ya me pareció sumamente revelador; al igual que me lo
pareció conocer –aunque sólo fuera superficialmente- el curioso mundo que la rodeaba. La experiencia
era similar a la que siento a veces en las aulas: Después de tantos años
estudiando, me cuesta comprender que soy la profesora. El martes, me costaba
creer que era la escritora. Y aún sigo sin creérmelo...
Ése era el sueño y con eso es con lo que me debería quedar,
pero lo curioso es que no. De un tiempo a esta parte me consume muchas veces el
cinismo y cada vez me gusta más apartarme del mundanal ruido y, por eso, lo que
realmente me conmueve de ese día es que el elemento humano y social fue el que
más me impactó. Cuando vi a Mari Carmen –una buenísima amiga a la que hacía
mucho que no veía- con su pedazo de cámara y sus amigos; a Begoña y a Olympia
–dos amigas de las que también me había distanciado- y a Rebeca (ex alumna y
talentosa creadora ), ya no me acordé de que estaba allí como escritora. Sentí
calor porque personas que no esperaba ver se acordaron de mí y se interesaron
por lo que había contado en Dientes de sable y Gorriones de piedra.
Y, por supuesto, me sentí plenamente feliz por tener a mi
lado a varios miembros de mi familia y a Santi, que es como si también lo fuera.
La gente pasaba por
delante de mí en oleadas. Algunos miraban con curiosidad o por accidente y
otros, directamente, no me prestaban la mínima atención, pero yo tenía, detrás
de todos ellos unos espectadores fijos que continuamente me estaban sonriendo y
haciendo gestos, que estaban allí por mí y que me demostraban lo importantes
que son en la vida de uno sus semejantes, aunque a veces nos olvidemos. Lo
importante que es querer y sentirse querido.
También lo es conocer nuevas personas y me sentí muy feliz
con mi compañero en la caseta y charlando con Mario Piña, que es quien hizo
(por mediación de mi Fernandito) que yo pudiese estar allí.
Y, por último, también recordaré con cariño las anécdotas
del día: La Sra. Juanita, que tenía unos ojos azules llenos de vida (de una
vida que, por cierto, me contó) y que parecía haber salido de una novela; el vigilante de
seguridad, que me confesó su afición por las letras y por la soledad; los
molletes que probé en esas calles de Madrid que tan poco frecuento; el primer
viaje en coche con mi cuñada, que se acababa de sacar el carnet…
En definitiva fue un gran día que me hizo sentir
escritora, pero lo que es más importante: Persona.
Y lo que es más esencial todavía: Persona feliz.
Quiero dedicar esta entrada a Panchi, Fernando y Rocío (por
haber estado siempre ahí), a mis abuelitos (por lo mismo), a Santi (que me hizo
el cartel y se pasó el día aguantándome), a Javi, a mi hermano Pablo, a
Helena; a Mario, que ha sido encantador
conmigo; a todos aquellos que vinisteis a verme y, por supuesto, a todos mis
lectores –pues para vosotros escribía desde siempre sin saberlo hasta hace unos
pocos años.
Y a mis padres, por cuidarme a la niña.
Os dejo el álbum con las fotos del día.
Abrazos.
Os dejo el álbum con las fotos del día.
Abrazos.
Feria del libro (11-6-2013) |
Enhorabuena !!!
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