El toro de las tres patas
I
Había una vez un pueblecito con casas antiguas con fachadas de piedra, techo de madera y suelo también de madera, que rechinaba al caminar.
En verano todos los vecinos aprovechaban el buen tiempo y la calurosa luz del sol para pintar las paredes de sus hogares. Había un convenio en el pueblo de que todas las casas tenían que estar pintadas por dentro de color blanco, ya que, de lo contrario, la maldición que les perseguía durante años, acecharía de nuevo. Aquella maldición no era nada más ni nada menos que por las noches de verano y luna nueva, un extraño ser sin identificar, devoraría a los inquilinos de las humildes moradas que tuvieran las paredes de sus hogares pintadas con colores llamativos, en especial, el rojo.
II
Nadie nunca había llegado a ver el rostro de tan miserable engendro. Pero en realidad no era así. Tan solo una persona, una mujer anciana, conocía toda la verdad.
Una noche de San Juan todos los paisanos de allí salieron a celebrar una fiesta, sin percatarse de que había luna nueva. Al llegar a las tres de la madrugada se despidieron y fueron para casa.
Cuatro niñas se quedaron jugando en la manzana que estaba cerca de sus respectivos hogares. La menor de todas ellas les dijo: ¡Tened cuidado al dormir esta noche!¡Mirad debajo de la cama! No sea que el Toro de las tres patas os coma y no deje ni un pedacito de vosotras.
Ellas no entendieron nada y procedieron a meter la llave en la cerradura. Las dos mayores se acostaron sin miedo en sus bonitas y cómodas camas. La mediana, en cambio, al prender la luz de la lamparita de la mesilla, se dio cuenta de que ese año su padre había pintado el salón de color rojo y que la leyenda decía que estaba maldito o algo así en el pueblo.
Tenía tanto miedo que no quería apagar la luz de su lámpara. De repente, un sonido monstruoso la dejó medio muda, estaba tan paralizada que sus dedos se quedaron agarrotados, sus pupilas estaban totalmente dilatadas, sus labios tiritaban, el vello de su cuerpo estaba de punta, tanto que parecían alfileres…y ¡plof!, un terrorífico ser abrió su espeluznante boca y se tragó a la niña entera.
III.
A la mañana siguiente las tres chiquillas que jugaron con ella la noche anterior fueron a buscarla a su casa para jugar a las cocinitas. Llamaron a la puerta y sus padres las abrieron. Subieron a buscarla y al girar el pomo, vieron que no estaba. Se asustaron mucho, la buscaron y miraron por todos los alrededores pero, nada, no apareció. Las dos niñas mayores le preguntaron a la menor:” ¿Por qué anoche le dijiste que tuviera cuidado con el Toro de las tres patas?” Ella respondió: “Porque mi abuela me ha contado que el ser al que todos tenéis tanto respeto y terror y por el que pintáis vuestras paredes de blanco es, sin duda ¡el Toro de las tres patas!
Desde entonces, el padre de aquella niña desaparecida, que era tan alegre, buena y gentil, pintó toda su casa de blanco y nunca se perdonó que aquel verano pintaran el salón de rojo.
IV.
El pueblo ya no era el mismo. Aquella mujer anciana que sabía el secreto, nunca lo reveló por el miedo a que se supiera que aquel toro con tres patas, era su difunto marido torero reencarnado, que murió en la plaza de toros hacía ya algunos años. Como castigo por haber sacrificado tantos animales, fue esa su maldición. Para poder alimentarse, tenía que aprovechar las noches de verano con luna nueva y siempre bajo la condición de tener algo rojo a la vista.
La niña menor, sin duda, era la nieta del monstruoso y abominable ser.
V.
Pasaron los años y la leyenda se fue perdiendo. Cada vez que nuevos inquilinos se mudaban a ese pueblo desconociendo la historia…
El Toro de las tres patas merodeaba por allí. Se dice que puede estar en dos, tres, incluso cuatro sitios a la vez, así que ¡cuidado porque nadie estará a salvo!
Trabajo de Miryam
Los toros son obra de Santiago Prieto ¡Gracias de nuevo!
Que guapo ,que imaginacion tienes jejeje ,tu si que vales para escribir . Eso le tenia q pasar a todos los toreros jajaj que se reencarnasen en mostruosidades pero sin comerse a los niños .
ResponderEliminarNatalia domínguez.
hala, gracias compi, acabo de leer tu comentario después de casi un mes, es que no sabía donde estaba publicado y encima me lo robaron de la pared jajaja.
ResponderEliminar