ODA A LA INTREPIDEZ
Ni el más valiente podría hacerle frente
al mar embravecido que desde la orilla admiro.
He de haberme vuelto loco
o es que tengo mucho arrojo
para batallar con ese gran titán.
No sé si estoy perdido
o si doy por perdida la batalla
a la que me he de enfrentar.
Con paso firme y sin dudar,
destierro mis miedos y comienzo a luchar.
Regreso victorioso y orgulloso
al lugar del que partí
y arrodillado en la orilla me digo a mí mismo
que en el océano aprendí
que quién no arriesga no gana.
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