Y aún no sé el porqué,
el porqué de tu huida.
O el dónde,
de dónde quedaron tus caricias o
de dónde se enterraron tus abrazos.
¿Sabes el cuándo?
De cuándo fue la última vez que me miraste a los ojos y me dijiste “siempre”.
Ni siquiera sé cómo,
de cómo pudiste desaparecer sin dejar un adiós en mis labios.
Porque ahora solo me queda el quién,
de quién recogerá ahora los pedazos de mi alma rota.
Y el más doloroso cuanto,
de cuanto te quise,
de cuando te quiero y
de cuanto te querré.
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