jueves, 24 de marzo de 2011

Las palabras, ¿se las lleva el viento?

Podríamos pensar que en un mundo donde todo va quedando obsoleto y nada permanece el tiempo suficiente como para quedar en el recuerdo de las gentes, la literatura popular no tiene lugar. Cuando en clase explico el Romancero, los alumnos me miran con cara de póker. No entienden que había vida inteligente antes de Tuenti y no comprenden el interés que en las gentes podía suscitar escuchar la historia del Cid o de Fernán González en las calles. Tampoco son muy amigos de la lírica tradicional. Sin embargo, hay dos formas de hacerles entrar en este mundo:
1)  Haciéndoles ver que la literatura popular de carácter oral, sigue viva, pese a que ellos, como si se tratase de un fantasma, no la puedan ver.
2)  Mediante la explicación del Cuento Popular, tema ante el que se rinden alumnos de todos los cursos y niveles, personas de todas las edades.
La transmisión oral sigue viva y yo diría que, además, está coleando. Está por todas partes como el aire: en todas las cabezas y en todos los inventarios nostálgicos de los individuos. Y sigue manteniendo los mismos rasgos que tenía en el siglo XI: Brevedad, repetición de esquemas, transmisión de padres a hijos, variaciones en las versiones a causa de la espontaneidad y originalidad del que cuenta…
Cuando los alumnos no prestan atención a las características de la lírica popular, basta con decirles: “Una dola, tela catola…” ¿os suena? ¿Os suena a todos los que lo estáis leyendo? Apuesto el pescuezo a que sí. Las canciones de juegos infantiles que cantaba yo, son las mismas que cantaban mi madre, mi abuela y mi bisabuela. Son las mismas que cantaban los estudiantes de secundaria cuando eran niños y serán las mismas que canten las generaciones venideras. Transmitimos nuestro legado a los niños y lo que se fija en la infancia, es algo que queda para siempre. Es verdad que, a veces, preocupados por nuestra vida adulta, olvidamos estas hermosas piezas que hay dentro de nuestra cabeza, pero basta una palabra, un olor, una luz especial de otoño, para que, de repente, todo fluya en nuestra mente y, aunque parezca increíble, somos capaces de reproducir íntegramente la letra de canciones que hemos oído hace 20 años ¿No resulta acaso increíble y digna de análisis la pervivencia de la transmisión oral en nosotros?
Es una actividad muy divertida, por ejemplo, cotejar con los alumnos las canciones infantiles que conocen y ver cómo los años, las regiones, e, incluso los barrios, tienen sus propias versiones de un mismo tema. Ver cómo han cambian ligeramente en una palabra, o como, por el contrario, han podido sufrir grandes variaciones, dependiendo muchas veces de la cultura en la que se desarrollen. Una anécdota muy divertida de mi infancia trata precisamente de eso. Yo jugaba con mis amigas a un juego de la goma que se llamaba “Bacon” (pronunciado por nosotras, por supuesto, como “Beicon” como niñas finas de Fuenlabrada que éramos, jaja) y la letra de la cancioncilla era la siguiente:
“Quisiera estar tan bonita ¡Beicon!
Que él se fijase en mí ¡Beicon!
Quisiera estar tan radiante ¡Beicon!
Que él se enamorase de mí ¡Beicon!
Este año, Beicon-año
Es la moda que a mí me mola”
Mi madre, un día viniendo de la compra, nos oyó cantar esta canción y cuando llegué a casa me preguntó si veía coherente su letra. Verdaderamente, me había dado cuenta de que no tenía ni pies ni cabeza, pero ya me había sucedido eso con otras canciones infantiles cuyas letras consideraba del todo absurdas y dignas de análisis ¿Qué tiene que ver el patio de mi casa con el demonio que va a pasar?¿Qué relación tiene ser la Reina de los Mares con que un pañuelo caiga al suelo y lo cojas?¿Cómo puede bailar Don Federico el chá-chá-chá con su mujer descuartizada?
Pues resulta que mi madre me dijo que conocía esa canción y que se trataba de un anuncio de la marca de ropa interior “Velcor” que había cuando ella era joven. Al cambiar la palabra “Bacon” por “Velcor” la letra cobraba todo el sentido del que carecía ¿Por qué había ocurrido esto? Pues por la transmisión oral y por un error lingüístico denominado “ultracorrección” que consiste en introducir una palabra conocida cuando escuchamos algo que carece de sentido para nosotros. Es el mismo error que se da cuando la gente dice “Corpore in sepulcro” en vez de “Insepulto”, “Espalda de Damocles” en vez de “Espada de Damocles” o “vagamundo” en vez de “vagabundo”. Esto es lo que alguna niña hizo cuando escuchó aquel anuncio de Velcor y después, ese error fue transmitido hasta un punto en que era imposible volver atrás, ya que nuestra generación no conocía la sintonía del spot en cuestión.
Otra actividad muy divertida para demostrarles a los alumnos cómo la oralidad modifica los mensajes, es el típico juego del “teléfono estropeado”. El profesor le dice un mensaje relativamente complejo al primer alumno y luego se lo tienen que ir transmitiendo al oído de unos a otros. Este ejercicio también sirve para ilustrar el tema de la comunicación y los problemas que acarrea el ruido (cualquier elemento perturbador del mensaje). Cuando el mensaje llega al final, el resultado es completamente distinto al mensaje que yo transmití al primer alumno. De igual modo, se puede completar la explicación con el siguiente cuento de Andersen que, además, es muy divertido:
-¡Es un caso espantoso! -exclamó una gallina del extremo opuesto del pueblo, donde el hecho no había sucedido-. ¡Ha pasado algo espantoso en el gallinero de allá! Lo que es esta noche, no duermo sola. Menos mal que somos tantas.
Y les contó el caso, y a las demás gallinas se les erizaron las plumas, y al gallo se le cayó la cresta. ¡Es la pura verdad!
Pero empecemos por el principio, pues la cosa sucedió en un gallinero del otro extremo del pueblo. Se ponía el sol, y las gallinas se subían a su percha; una de ellas, blanca y paticorta, ponía sus huevos con toda regularidad y era una gallina de lo más respetable. Una vez en su percha, se dedicó a asearse con el pico, y en la operación perdió una pluma.
-¡Ya voló una! -dijo-. Cuanto más me desplumo, más guapa estoy -. Lo dijo en broma, pues de todas las gallinas era la de carácter más alegre; por lo demás, como ya dijimos, era la respetabilidad personificada. Y luego se puso a dormir.
El gallinero estaba a oscuras; las gallinas estaban alineadas en su percha, pero la contigua a la nuestra permanecía despierta. Aquellas palabras las había oído y no las había oído, como a menudo conviene hacer en este mundo, si uno quiere vivir en paz y tranquilidad. Con todo, no pudo contenerse y dijo a la vecina del otro lado:
-¿No has oído? No quiero citar nombres, pero lo cierto es que hay aquí una gallina que se despluma para parecer más hermosa. Si yo fuese gallo, la despreciaría.
Pero he aquí que más arriba de las gallinas vivía la lechuza, con su marido y su prole; todos los miembros de la familia tenían un oído finísimo y oyeron las palabras de la gallina, y, oyéndolas, revolvieron los ojos, y la madre lechuza se puso a abanicarse con las alas.
-¡No escuchéis esas cosas! Pero habéis oído lo que acaban de decir, ¿verdad?. Yo lo he oído con mis propias orejas; ¡lo que oirán aún, las pobres, antes de que se me caigan! Hay una gallina que hasta tal punto ha perdido toda noción de decencia, que se está arrancando todas las plumas a la vista del gallo.
-Prenez garde aux enfants! -exclamó el padre lechuza-. Estas cosas no son para que las oigan los niños.
-Pero voy a contárselo a la lechuza de enfrente. Es la más respetable de estos alrededores.
Y se echó a volar.
-¡Jujú, ujú! -y las dos se estuvieron así comadreando sobre el palomar del vecino, y luego contaron la historia a las palomas: - ¿Han oído, han oído? ¡Ujú! Hay una gallina que por amor del gallo se ha arrancado todas las plumas. ¡Y se morirá helada, si no lo ha hecho ya! ¡Ujú!
-¿Dónde, dónde? -arrullaron las palomas.
-En el corral de enfrente. Es como si lo hubiese visto con mis ojos. Es un caso tan indecoroso, que una casi no se atreve a contarlo, pero es la pura verdad.
-¡La pura, la pura verdad! -corearon las palomas
Y, dirigiéndose al gallinero de abajo:
-Hay una gallina -dijeron-, y hay quien afirma que son dos, que se han arrancado todas las plumas para distinguirse de las demás y llamar la atención del gallo. Es el colmo... y peligroso, además, pues se puede pescar un resfriado y morirse de una calentura... Y parece que ya han muerto, ¡las dos!
-¡Despertad, despertad! -gritó el gallo subiéndose a la valla con los ojos soñolientos, pero vociferando a todo pulmón-: ¡Tres gallinas han muerto víctimas de su desgraciado amor por un gallo! Se arrancaron todas las plumas. Es una historia horrible, y no quiero guardármela en el buche. ¡Pasadla, que corra!
-¡Que corra! -silbaron los murciélagos, y las gallinas cacarearon, y los gallos cantaron-: ¡Que corra, que corra! -. Y de este modo la historia fue pasando de gallinero en gallinero, hasta llegar, finalmente, a aquel del cual había salido.
-Son cinco gallinas -decían- que se han arrancado todas las plumas para que el gallo viera cómo habían adelgazado por su amor, y luego se picotearon mutuamente hasta matarse, con gran bochorno y vergüenza de su familia y gran perjuicio para el dueño.
Como es natural, la gallina a la que se la había soltado la plumita no se reconoció como la protagonista del suceso, y siendo, como era, una gallina respetable, dijo:
-Este tipo de gallinas merecen el desprecio general. ¡Desgraciadamente, abundan mucho! Éstas cosas no deben ocultarse, y haré cuanto pueda para que el hecho se publique en el periódico; que lo sepa todo el país. Se lo tienen bien merecido las gallinas, y también su familia.
Y la cosa apareció en el periódico, en letras de molde, y es la pura verdad: «Una plumilla puede muy bien convertirse en cinco gallinas».
FIN
Cuando hablamos del Cuento Popular, algunos de nuestros mejores recuerdos de la infancia vuelven a nosotros ¿quién no recuerda a sus padres, abuelos, tíos o hermanos contándole un cuento? ¿Quién no disfrutó la primera vez que pudo leer uno de ellos por su cuenta? Normalmente el cuento tradicional es el primer contacto con la literatura que tenemos todos nosotros y de ellos dependerá en gran parte que nos convirtamos o no en futuros lectores. Los cuentos están llenos de magia, de sabiduría y de belleza por sus variados contenidos y es esencial que sigamos contándoselos a nuestros alumnos, a nuestros sobrinos, a nuestros hijos…También es importantísimo que se lo contemos a aquellas personas a las que nunca nadie les ha contado un cuento y que, sin duda, han tenido una infancia mucho más breve que la nuestra porque alguien puso un coto a su fantasía.
Yo quiero contar cuentos y quiero que me los sigan contando porque la vida es mucho más hermosa con ellos.
Ahora os planteo una pregunta a todos mis lectores:
¿Qué Cuento Popular es vuestro favorito? ¿Cómo lo descubriste? ¿Crees que el Cuento Popular tiene sentido hoy en día? ¿Crees que pervivirá? Me gustaría conocer vuestras opiniones al respecto.

8 comentarios:

  1. Begoña, me parece muy loable tu dedicación a la enseñanza de la Literatura, algo de lo que las nuevas generaciones se están alejando. Yo tengo la suerte de estar rodeado de "cachos de cartón con hojas en lonchas finas" como le digo en broma a una amiga librera, y mi amor por los clásicos de la literatura universal no decrece.

    He encontrado este rincón por casualidad y te animo a seguir enseñando y aprendiendo por este camino que es la vida.

    Un afectuoso saludo,

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  2. Hola: Muchas gracias por comentar en mi espacio. He estado visitando el tuyo y se nota que los "cartones" han calado hondo en ti, pues es una maravilla literaria.Que no te quepa la menor duda de que sacaré tiempo para "pasarme" por allí y hacerte algún comentario. Un saludo

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  3. ¡Qué bonito artículo y cómo me he reído leyendo el cuento! Mis mejores recuerdos de infancia son los cuentos inventados por mi padre y la voz cálida de mi madre recitándome la descripción de Platero, ¡me la sabía de memoria! Gracias por hacerme recordarlo.

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  4. Hola María:
    Muchas gracias por pasarte por mi espacio y por tu comentario. Me ha hecho mucha ilusión y me alegra que el artículo te haya traído bonitos recuerdos :)

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  5. ¡Buenísmo! Me ha recordado aquella secuencia de viñetas del inmenso Norman Rockwell en que un "chisme" corre de boca en boca...En cuanto al futuro del cuento popular... El "problemilla" es que no se lee o no se entiende lo que se lee.

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  6. ¡Qué razón tienes, Anónimo!Pero lo bueno del cuento popular es que se puede contar ;)

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  7. Buenas Begoña, me parece un artículo muy bueno y la verdad es que yo no tengo un cuento popular preferido, recuerdo que cuando era pequeña traía, de la pequeña biblioteca que tenia mi abuela en casa todos los cuentos que había allí, a mi habitación (tenía que ir varias veces porque no podía llevarmelos todos a la vez XD)y le pedía a mi abuela que me los leyese, y todos me gustaban por igual.
    El cuento popular tiene mucho sentido hoy en dí y siempre lo tendrá porque yo creo que los padres, abuelos, tíos, tias, etc. nunca dejaran de contar/leer cuentos a los peques.
    Un saludo de Alexandra.

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  8. Hola Alexandra. Me ha gustado mucho tu comentario :)

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